El espectador de hoy ha evolucionado

 

«El cine nacional ha hecho más ruido en los últimos seis años que en las dos décadas precedentes. Pero eso está empezando a mermar.Las políticas parecen orientadas hacia dos extremos: o se hace un cine para festivales y obtener premios, o para atraer gente a las salas»
La densa biblioteca personal abona su discurso reflexivo, uno que explora la imagen disparadora y sale hilado como estructura. Se nos empieza a definir el guionista. Carlos Tabares, piensa, digiere y expresa los temas de su preocupación fundamental: la escritura en teoría y praxis, el devenir del cine nacional y la docencia, desde un espacio en conquista, el respeto por el guión como instrumento clave para el desarrollo eficiente del fotograma en movimiento.

1-Actualmente hay una profusión de temas tratados por el cine nacional nunca antes visto. Sin embargo, aún falta cierta contundencia. ¿Qué hace falta para superar esta carencia? .-En principio el cine es un oficio; antes de considerarse un arte debes aprenderlo. Como en la pintura, el maestro antes hubo de ser discípulo. Pero un oficio si no se ejerce de manera cotidiana no se puede aprender. Es difícil si no tienes oportunidad de mejorar sobre los errores. El síndrome de Orson Wells, que tu ópera prima resulte una obra maestra, es muy raro.
2-El guionista al servicio del director, una plena autonomía de los roles o la mayor simbiosis posible. ¿Qué posición representa la sensatez con miras a lograr un producto sobresaliente? .-Creo que el guionista debe ser lo suficientemente honesto para saber que su obra, el guión, no es sino parte de la obra total que es la película. Nunca será el guión la obra de arte. La obra de arte será solamente la película terminada.

3-¿Por regla, qué debe tener un buen guión, más allá del género o el argumento que le toque estructurar?
Dramaturgia. Narrar con acciones. Las debilidades que vemos en el cine nacional provienen, fundamentalmente, de que aquel que escribió el guión no siempre es un guionista; una persona entrenada para la dramaturgia. Muchos de los directores venezolanos asumen el rol de guionista bajo la falsa categoría de autor. Pero la de guionista no siempre es una figura que el director esté capacitado para asumir. No hay que olvidar que los directores del mejor cine que se hizo en Venezuela, el de los años 70, además eran dramaturgos. Tenían esa doble cualidad. Eso se nota en los guiones y en la realización.
4-En este momento, ¿se puede hablar de un boom o auge histórico del cine nacional? ¿Por qué?
Se pudo hablar, pero en este momento ya no. Hubo un boom en los años 70 y mordió hasta los años 80… el “viernes negro”. Y hubo un nuevo boom ya en revolución, cuando se marcó un reimpulso del cine nacional. En el momento en que se empezó a promover masivamente la producción, con 60 películas en un solo año, por la vía de la cantidad se alcanzó la calidad. Prometía mucho, pero al mermar los recursos, empezó a mermar la calidad. Es la falta de previsión, tal vez un rasgo de la venezolanidad. Y se manifiesta en el cine. Sin embargo, este tipo de épocas sirven para purificar el medio.
5-El cine de los años 70 y 80 puso énfasis en el naturalismo de actuaciones y ambientes, y en la revisión de procesos sociológicos, en vías a una identificación de la idiosincrasia venezolana. ¿Qué busca el cine de hoy más allá de entretener y tener éxito en taquilla?
Ahorita hay muchísima necesidad de expresión. Tiene que ver con los medios de comunicación. ¿Quién podía hacer un largometraje en los años 70 y quién ahora? No dejemos de lado el cine comunitario. Esa nueva mirada del cine hay que tomarla en cuenta. Está permeando hacia arriba. Ojalá este nuevo cine nacional encuentre un público y cree un nuevo fenómeno de identificación, que se logre también esa conexión. Con la Casa del fin de los tiempos, por ejemplo, se rompió una barrera. Lo fantástico apareció porque la audiencia reclamó algo más. Hay una saturación de la realidad que vemos en la calle. Y no hablo de evasión sino de que nosotros como venezolanos también tenemos sueños y miedos… Otra cosa es internet. Todos los niños quieren ser you tubers. Los nuevos gurús están surgiendo de allí. Hay una influencia que no se debe descartar.
6-Como guionista, pero también como espectador, ¿cree que las fallas técnicas que se le achacaban generalmente al cine nuestro forman parte del pasado?
Sí, lo logramos resolver. Ya se alcanzó una cota bien alta. Antes las películas no se oían. El sonido era malo, y no necesariamente porque no se recogía bien. A lo mejor había una mala adecuación de las salas. Ya se están haciendo, en efectos especiales y animación, cosas que no habíamos soñado. Es una asignatura que hemos trascendido. Ya sabemos usar la máquina. Ahora debemos resolver lo estético y lo ideológico.
7-¿Es el nuestro un cine competitivo a nivel mundial?
El cine nacional alcanzó a ser competitivo hace tres o cuatro años. Conquistamos galardones a nivel internacional, como el León de Oro, El Goya, figuración en El Cairo, etc. Venezuela se puso en el tapete. El cine nacional ha hecho más ruido en los últimos seis años que en las dos décadas precedentes. Pero eso está empezando a mermar.
8-¿Qué aciertos tiene y qué le falta a una política de cine venezolano, de cara a su proyección en el mercado interno y externo?
Hay que definir primero que es lo que queremos con la cinematografía nacional. Las políticas parecen orientadas hacia dos extremos: o se hace un cine para festivales y obtener premios, o para atraer gente a las salas. Se les debe exigir resultados a los cineastas pero no hay un mecanismo que exija la retribución. El cineasta venezolano se acostumbró a pensar que él tenía el derecho de usar el recurso sin ningún deber ni político, ni económico, ni social. Entonces, cierto tipo de películas han sido estériles, sin premios ni público. Eso revela una falla.
9-Cuando ve cine venezolano, hoy, ¿de qué se siente orgulloso, qué disfruta, qué le gusta ver?
A mí me gusta que se establezca un pacto entre la película y el espectador. Vi Papita maní tostón y, aunque no me gustó, sí lo hizo mucho el vínculo que se estableció entre la película y el espectador, de hecho convirtiéndose en la película más taquillera del cine nacional. Sobrepasó a Homicidio culposo, Secuestro Express y Macu. Rompió todos esos records. Esa película tiene una magia que uno agradece, más allá de que técnicamente la juzgues con ojo crítico.
10-Usted es docente. ¿Se está trabajando con suficiente rigor y fortaleza para procrear una generación potente de guionistas al servicio del cine nacional?
En la Unearte, en particular, se están haciendo todos los esfuerzos para darle a la disciplina del guión el respeto que merece. Hay una mención específica de guión. Es un paso adelante. Todavía nos falta seducir, porque nueve de cada diez muchachos quieren ser directores y uno productor. Pero ese número va a ir en crecimiento. El guión es la piedra basal de la obra audiovisual. Es la génesis de la obra, lo que te permite la creación del proyecto entero. Y en este momento se está empezando a dar importancia a ese sujeto que lo crea. Nosotros como Estado tenemos ese deber.
11-La literatura nacional y universal, ¿está siendo recurrida como fuente de historias o nuestros guiones mayormente están siendo desarrollados desde la imaginación y los temas de actualidad investigados desde otros orígenes?
La literatura siempre va a estar presente, consciente o inconscientemente. Ahorita se está llevando a cabo una adaptación del libro Blue Label, por ejemplo, y otro de nuestro texto canónico, Doña Bárbara. Pero hasta en las producciones que creemos más originales, están los rastros. La llamada “semilla inmortal” de aquello que hemos leído. Esos dos fenómenos coexisten. Existe una serie de temas universales a los que se acude siempre.
12- Denos una visión equilibrada sobre la labor de la Villa del Cine en estos años.
Ha sido una de las iniciativas más importantes del período revolucionario. No debe descartarse el impacto que ha tenido en lo social y lo cultural. Ha abierto sus puertas a cineastas veteranos para que sigan desarrollando sus obras, y a directores debutantes como Julián Balam y Nelson Núñez, los hermanos Luis y Andrés Rodríguez. Tiene quizás en su contra un juicio a priori de esa corriente histórica que ha desarrollado, pero no hay que perder de vista que esas películas alguien tenía que hacerlas. La Villa del Cine asumió ese papel. Siempre se habla de que es un ente ideologizante y eso es falso. La producción en documental es el mayor aporte y, no se conoce, no se habla de esto. Hay una pluralidad. Como política cultural es un acierto.
13-Analíceme al espectador venezolano actual. ¿Existe un espectador promedio? ¿Es culto? ¿Es apolítico? ¿Sólo va a las salas a entretenerse? ¿Reconoce al cine nacional? ¿Nuestro cine es requerido como fuente de investigación por estudiantes?
El cine nacional siempre va a tener una audiencia; y es heterogénea. Siempre va a haber gente que le gusta el cine de arte y otros que lo usen como evasión. Habrá gente que le guste el cine venezolano porque se siente identificado, y va haber gente que lo rechace porque “está harta de ver la realidad”. Pero ha habido un incremento en la afluencia. Y el espectador ha evolucionado. Hoy día se ven los contenidos del celular y la película al mismo tiempo, dentro de la sala. El cine se está enfrentando por primera vez al “zapping”, vía wassap, y va a tener que empezar a competir. Entonces, hay que identificar los intereses de esa audiencia. Ver dónde está el gancho.

Luis Laya

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