La conspiración que nunca muere

 

El cine de Caupolicán Ovalles saborea el thriller y el policial, aunque se nutre de la historia.

Influencia germinal del espíritu de los años 60 y 70, época de agitación política y artística, el furibundo poeta Caupolicán Ovalles legó grandes estímulos creativos a su hijo, el cineasta del mismo nombre. Hoy, el autor de Memorias de un soldado se ha lanzado a la arena con su segundo largometraje, Muerte en Berruecos, para de nuevo escudriñar los nudos gordianos de nuestra historia.

Esas encrucijadas, los puntos de inflexión con sus posibilidades truncadas y giros de timón inesperados, suponen para Ovalles, el cineasta, disparadores en su filmografía. En la presente conversación, de la mano de Venezuela Estrena, el director, quien contó con Diego Rísquez en el staff de su película, nos abre ciertas cajas fuertes: las claves de una investigación, algunos porqués estéticos y su clave narrativa dentro del género de época.

“Muerte en Berruecos nace de una revisión de ciertos procesos históricos, policiales, criminales, de nuestra Hispanoamérica… El asesinato del Mariscal Antonio José de Sucre es el primer magnicidio que sucede en Iberoamérica, luego de la independencia. En aquel momento la República de Colombia estaba conformada por Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, y muchos intereses, digamos, se confabulan para generar este asesinato que todavía no está resuelto. De esta manera, se me ocurre conjuntamente con Edgar Narváez, que es uno de los guionistas de Muerte en Berruecos -y también coguionista de nuestra película Memorias de un soldad- hacer un trabajo sobre el asesinato de Sucre.

El cine histórico, ese arte basado en situaciones y elementos del pasado, (es un) género (en sí mismo). En todos los países donde existe una cinematografía avanzada, industrial, hay una cinematografía histórica, un cine de época que responde a una necesidad de cada sociedad de revisarse y verse en el tiempo. Esto funciona muy bien porque le da arraigo a esa sociedad. Es importante que tengamos una visión de nuestro pasado, bien sea a través del cine histórico, de ficción, de documental o de animación, porque eso nos permite fortalecernos como sociedad, como cultura; es una manera de vernos, de reconocernos y de saber de dónde venimos,(…) nos puede ayudar a entender cómo somos ahora.

Muerte en Berruecos y Memorias de un soldado, las dos producciones que he realizado a nivel de ficción -sin contar varios documentales históricos, como Páez, y una serie que se llamó Las cuatro repúblicas, que narró la historia de Venezuela desde sus inicios hasta el momento que la hicimos, a finales del siglo XX-, transcurren en una época parecida. Trabajamos (el lapso) entre 1830-1840, el año en que asesinan a Sucre y el año en que se reabre el juicio.  Esta historia (puntualmente) sucede en el trayecto entre Bogotá y Quito. Él (Sucre) no hace todo el trayecto porque lo asesinan en Berruecos, antes de llegar a Pasto. Por supuesto, estos referentes son pictóricos, son narrativos, historia escrita; entonces uno tiene que imaginarse cómo era (…) ese momento (…) Habíamos realizado investigaciones sobre la época… cuando Memorias de un soldado, y también hay referencias de películas de otros realizadores venezolanos como Luis Alberto Lamata y Diego Rísquez, que son los que más han trabajado el cine histórico en el país, pues eso te ayuda a llevar al público una historia creíble.

(…) Filmamos en Quito, una ciudad bastante desarrollada en el sentido urbanístico, la cual conserva gran parte de la arquitectura española, el patrimonio histórico, tanto eclesiástico -por sus iglesias- como en su estructura urbana. También estuvimos en Panamá que tiene un casco histórico importante donde se pudo reconstruir lo que fue Bogotá (…) Recreamos esos espacios fuera de Venezuela para dar la idea de dichas ciudades (en esa época);  y el elemento paisajístico de la montaña, en el viaje que emprende Sucre de Bogotá hacia Quito, lo captamos en los Andes venezolanos. Eso fue mucho más sencillo, porque los Andes son “iguales” aquí y allá. (Finalmente); los interiores los hicimos aquí en Caracas, en espacios que se conservan muy bien.  La dirección de arte y ambientación de la época la hizo Diego Rísquez, él fue el que llevó ese trabajo de investigación. Fue su último trabajo en cine y estoy muy orgulloso y contento con el trabajo que hizo”.

Diego Rísquez: “(…) la película tiene dos temperaturas… esa atmósfera (de) los interiores en Colombia, la parte de pueblo, (con) el trayecto de Venta Quemada, y luego Bogotá, el ambiente de ese virreinato; y, finalmente, esa parte barroca de lo que significa Quito (…)”

CO: “(…) Estructuramos la película Muerte en Berruecos en el género cine policial, porque queremos que el público se sienta atraído por la historia; estábamos buscando una fórmula de entretenimiento, un género cinematográfico con todos los elementos que lo comportan… Un thriller (donde) te vamos a dar una cantidad de información que tú no (tienes y entonces) te vas a sentir un poco perdido… (pero) después te vamos a dar los elementos para que armes tu historia. (…) Estamos haciendo un cine para el público, comercial, que pueda ser visto por la mayor cantidad (posible) de personas. Es un policial, que (al mismo tiempo) es de época, y sobre un personaje que todos conocemos. Esos elementos son los que hacen el empaque particular de esta película. No es (…) una historia “oficial”, o parcializada desde un punto de vista histórico.”

 

Luis Laya

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